Neoclásico

  

Hacia el siglo XVIII, un inédito interés por la vida galante y sus códigos, por los interiores decorados con rocallas, dio lugar a las propuestas del rococó, un estilo glamoroso, afectado y sensual que se dedicó a la representación de un estamento y sus formas de vida.

La segunda mitad del siglo XVIII asistió a la fundación de Academias, los descubrimientos de las ruinas de Pompeya (1748) y Herculano (1738), la independencia de la esfera estética propia de las artes de la mano de Alexander Gottlieb Baumgarten y las afirmaciones de Johan Joachin Winckelmann que proponían al arte griego como el puro y verdadero. Estos elementos, por mencionar tan sólo algunos, dieron lugar a un renacimiento de los valores del mundo clásico y con ello nuevos modelos para la pintura. La Revolución francesa hizo público el ámbito privado y el período napoleónico secularizó las artes, quitó influencia a la Iglesia y propuso un arte con nuevos tintes políticos.

La obra de Vernet, realizada hacia 1794 es un ejemplo de esta última condición de las artes. A simple vista pueden diferenciarse sus búsquedas formales, la recuperación de un tema salido de la literatura clásica. Los modelos de la antigüedad encarnaron valores cívicos en el momento en que el estilo comienza a erigirse como norma internacional.

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