Realismo

  

Para finales del siglo XIX y principios del XX, en Europa se producía una serie de movimientos artísticos impulsados por los cambios sociales y económicos de la época. Estos intentaban romper con los esquemas impuestos por el academicismo. Es entonces cuando surge el movimiento artístico conocido como realismo, el cual se centra en la representación del mundo real, basándose en una observación escrupulosa de la vida del momento. Para ello se auxiliaron en la técnica del plein air, consistente en pintar al aire libre como medio de aproximación empírica con la realidad, despojándose de convenciones pictóricas y fórmulas preconcebidas y dando una mayor importancia a las impresiones momentáneas de la naturaleza.

Junto con el realismo se desarrolla otra corriente artística llamada impresionismo, los artistas impresionistas al  igual que los realistas eligieron la pintura al aire libre y los temas de la vida cotidiana. Uno de sus primeros objetivos fue captar una representación del mundo espontánea y directa, y para ello se centraron en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos.

 

Eliminaron los detalles minuciosos y tan sólo sugirieron las formas y expresiones, poco a poco este movimiento fundamentalmente pictórico fue ejerciendo una profunda influencia en la escultura. Aunque no parecía la más idónea para traducir las vibraciones atmosféricas, algunos escultores como el francés Auguste Rodin, introdujeron las sensaciones lumínicas a través de la renovación de las técnicas, explotando las posibilidades del material y estudiando los efectos de lo inacabado; con lo que se proponían renovar los ideales de la escultura, alejándola de los modelos clásicos y de las inclinaciones exageradas del naturalismo.

Tanto el realismo como el impresionismo buscaban dar a sus creaciones una ilusión de realidad, representando a la gente común desempeñando sus labores ordinarias, insertando a la vida cotidiana como parte de sus temas compositivos, transmitiendo con ello la espontaneidad de las acciones humanas y de la naturaleza que los rodea. Estas características se aprecian en el realismo español, que además dio un enfoque local a la representación de los temas sociales y contemporáneos. El tránsito hacia el realismo en España se consolidó en las últimas décadas del siglo XIX. La visión objetiva de la realidad proclamada por este movimiento llegó a ser un espejismo, debido a que la construcción de la obra de arte necesariamente pasa por la subjetividad del artista, quien elige los motivos a representar y decide el enfoque discursivo de la pieza artística, o como en el caso del realismo español, se disuelve en otras visiones de la realidad como el costumbrismo y el regionalismo. Dentro de esta nueva oleada de arte español, surge el luminismo, esta modalidad local tuvo una gran influencia impresionista, el cual contribuyó al desarrollo de esta corriente. Los artistas luministas aplicaban los pigmentos con largas pinceladas para plasmar la realidad mediante masas muy contrastadas de luces y sombras. El interés de los luministas se centra especialmente en la luz y sus efectos, se podría decir que es la interpretación del impresionismo francés en España. Unos de los principales representante de esta corriente es el valenciano Joaquín Sorolla.

 

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